domingo, 19 de diciembre de 2010

El regalo de mis padres.

Elizabeth Suárez García



El verano pasado mis padres me hicieron el mejor regalo de cumpleaños, viajar a Argentina para conocer a mis padrinos. Ellos tenían el viaje preparado desde hace meses y me querían dar una sorpresa cuando yo cumpliese los quince años.
El dos de julio por fin estaba ya en el aeropuerto esperando para viajar con mi hermana Ana que también tenía mucha ilusión de conocer a sus tíos. Subimos en el avión y rápido nos sentamos en nuestros respectivos lugares, donde la azafata, una chica rubia de ojos azules nos atendió muy bien. Después de un largo viaje, nos bajamos del avión y mi hermana gritó: ¡Por fin hemos llegado! ¡Que ilusión tengo de conocer a los tíos!
Tan pronto como llegamos recogimos las maletas y al salir reconocí a mis padrinos, tal y como mis padres habían dicho. Lucía, mi madrina, morena, alta, de ojos verdes y Pedro, mi padrino, moreno también, un poco más bajo que ella y de ojos marrones. Yo y mi hermana nos acercamos y los saludamos, ellos también nos habían reconocido por unas fotos que mis padres les habían mandado antes de que viajásemos.
Nos llevaron en coche hasta su casa, grande, de dos plantas y muy espaciosa, con un jardín muy grande lleno de árboles y flores. Mi hermana y yo nos alojaríamos en la planta de arriba donde solo había dos habitaciones, un baño y un pequeño salón.
Al día siguiente mis padrinos nos llevaron a mi hermana y a mí a conocer la cuidad de Buenos Aires donde durante las siguientes tres semanas que nos quedaríamos allí la visitábamos casi todos los días con una vecina que tenia mi edad y que nos hicimos muy amigas. Se llamaba Lucía, al igual que mi madrina y era una chica morena, bajita y muy simpática y divertida.
Unos días después viajamos con mis padrinos y en alguna ocasión con nuestra nueva amiga a campos preciosos llenos de flores donde también había algún puesto de comida que nos llegaba para pasar el día fuera, conociéndonos cada vez más. Otro día nos desplazamos a las afueras de la cuidad donde vivía uno de los hijos de mis padrinos. Se llamaba Iván, se parecía mucho a su padre, moreno, de ojos marrones y muy simpático. Pasamos el día en su casa de campo donde vivía con su mujer y su hija de cinco añitos.
Mi hermana se hizo muy amiga de Carla, la hija de Iván y se pasaron los tres días que nos quedamos por allí jugando y divirtiéndose. Cuando volvimos no se querían despedir y Carla se vino unos días para estar más tiempo con nosotras en Buenos Aires.
Tres días antes de irnos fuimos hasta la bolera con mis padrinos, Carla y Lucía. Nos lo pasamos super bien y de camino a casa en coche me fijé en una preciosa fuente que había en medio de la carretera. Al llegar estaban esperando los padres de Carla para llevársela de vuelta a casa.
Los dos días siguientes nos los pasamos recogiendo las cosas y comprando algunos regalos para mis padres. La hora de la despedida llegó y mis padrinos nos acompañaron hasta el aeropuerto donde nos costó mucho marcharnos. Nos esperaba otro largo vuelo hasta España donde ya nos estaban esperando mis padres. Al llegar a casa le enseñamos todas las fotos que nos habíamos sacado y todos los buenos momento que pasamos juntos.
Después de ese viaje llamaba todas las semanas a mis padrinos y cada vez que podíamos mi nueva amiga Lucía y yo nos comunicábamos vía messenger donde también me informaba muchas veces como estaban mis tíos.
Para mi hermana y para mi fue el mejor verano de nuestras vidas y esperábamos ansiosas el siguiente año, ya que mis padres prometieron que volveríamos a viajar a Buenos Aires con ellos el verano que viene.