viernes, 17 de diciembre de 2010

LA CASA DE ENFRENTE

Cathaysa Álvarez Machín


Yo tenía catorce años cuando aquello sucedió. Mis padres habían decidido ir a vivir a un barrio a las afueras de la ciudad, en el invierno de 2009, lejos de todo el mundo, aunque en realidad lo decidió mi padre, que era muy atrevido, planificador y perfeccionista, si algo odiaba era que algo le saliera mal, al contrario de mi madre, que era paciente con todo y todo le parecía bien y casi nunca protestaba como yo y mi hermana sobre sus ideas.Según ellos yo y mi hermana éramos atrevidas (yo más que ella), alegres y un poco gritonas. Yo no era miedosa, bueno, hasta que llegué a aquella calle.

La nueva calle era muy larga y estrecha, con solares llenos de esqueletos de animales y varias tumbas cubiertas de grandes y asquerosas telarañas. Las farolas no eran abundantes y se apagaban y encendían constantemente a lo largo de la noche, acompañadas, por el aullido de los lobos hambrientos que bajaban por la colina de las montañas en busca de qué alimentarse. Pequeños árboles y arbustos se balanceaban de un lado para otro, debido al fuerte viento que les azotaba. A mi en principio no me gustaba, y más con la casa que teniamos enfrente, que parecía un castillo encantado, habitada por una presencia invisible, que está y no está, y que provocaba escalofríos y exhalaba suspiros a todos los que se le acercaban.

Al los pocos días de llegar, mi madre me dijo que fuera a saludar a la vecina de enfrente y aunque me negaba ella insistía. Toqué varias veces y una mujer bastante mayor me abrió la puerta con un gato en el hombro, que salto hacia mi, pudiendo esquivarlo a tiempo. Parecía una mujer misteriosa, para nada agradable. Su cara era gorda y llenas de granos y con una nariz encorvada y vestia unos trapos viejos.Estuve hablando con ella unos minutos hasta que me dio la sensación que le estaba molestando, así que me marché.

Por la noche, oí gritar a una chica y cuando me asomé por la ventana pude ver como la anciana se pelaba con ella, después sentí un fuerte ruido, y al volver a mirar, vi como la anciana la arrastraba por el suelo y la metía en la casa. Por primera vez me asusté y fui corriendo a decírselo a mis padres, pero ellos dormían, así que me armé de valor y salí de mi casa decidida a ver lo que paso realmente con la chica, porque a lo mejor yo había visto mal.Al llegar a la casa, la puerta se abrió sola, y el gato negro de ojos verdes estaba sentado en la escalera, como si me estuviera esperando. Llamé varias veces a la anciana pero no hubo respuesta, así que entré por mi propia cuenta. Al acercarme al gato una trampilla se abrió en mis pies y caí a una especie de sótano muy oscuro. Intenté buscar un interruptor para encender la luz, cuando de repente se encendió como por arte de magia una pequeña bombillita que al instante se apagó, fue entonces cuando sentí como alguien me agarraba del cuello, con manos heladas y temblorosas, que me hizo dar un salto y apartarme de allí en cuestión de segundos, y cuando la bombilla se iluminó de nuevo, pude ver como alrededor mío habían muchos esqueletos, cosa que me hizo gritar del susto y al girarme pude ver a la chica que había visto pelear con la anciana, colgada de los brazos a un andamio del sótano y con un aspecto fúnebre. Entonces un escalofrío recorrió mi cuerpo e intenté huir de allí, pero fue en vano, la anciana apareció entre una neblina, vestida con unos trapos viejos y arrugados de color marrón, con un sombrero agujereado de color negro, y parecía estar enfadada, como cuando alguien busca algo y no lo encuentra. ¡La anciana era un espíritu! Y ahora yo estaba en sus manos.

--Gloria, despierta cariño, es de día—oí decir de lejos.

Al parecer todo había sido un mal sueño, una pesadilla que parecía muy real, pero cuando fui al baño, en el espejo había dibujado una anciana y una chica colgada de los brazos como en el sueño y al lado del espejo estaba mi hermana, con la cara pálida, con ojeras y el pelo alborotado, que era la responsable de esos dibujos. Entonces un chillido de espanto salió de mi boca.

1 comentario:

Departamento de Lengua dijo...

Muy bien.Consigues mantener el interés de la historia hasta el final. Desenlace original. Evita la expresión "para nada desagradable" quítale el "para".