miércoles, 22 de diciembre de 2010

El viaje que cambió mi vida

Juan Ignacio Perdomo Hermida


Era verano, yo, sentado en el porche de mi gran casa, observaba como los pajarillos volaban alrededor de ella. 

Esperaba a que Felisa, la sirvienta de la casa, preparara el desayuno, huevos revueltos con algas, su especialidad. 

Mientras, yo me distraía leyendo un libro que me había aconsejado mi gran amigo Raúl. Éramos amigos desde muy pequeños, desde que nacimos, como decíamos nosotros, Raúl era el típico amigo al que le contaba todo, el que lo sabe todo de ti y tú todo de él. El era alto; Delgado; Musculoso; le decían que tenia piernas de futbolista y espalda de gimnasio, su pelo era marrón claro, sus ojos marrón miel, su nariz era pequeña, su boca ni grande ni pequeña, tenía unos dientes perfectos, ya que años atrás había usado unos brackets. 

Mi vida no varió mucho durante el verano, todo cambió al llegar el invierno. 

Tuve que viajar a Francia, era un viaje de negocios, tenía que asistir a varias conferencias durante una semana. Yo era médico, aunque de pequeño quería ser profesor, cambié de idea al pararme a mirar a aquellos profesores que me habían dado clase durante mis años de estudiante, no era difícil para mí sacarme la carrera pero sabía que no iba a tener la paciencia que tenían los profesores de aquellos años.

Era invierno y  había nevado bastante, no era la primera vez que veía la nieve, tuve ocasión de verla varias veces más durante otros viajes que había hecho. 

Pasé cinco días de conferencia en conferencia, pero fue al llegar a Paris donde cambio mi vida por completo. Conocí a una joven llamada Coraline. Era una joven guapa, un poco más baja que yo, tenía unas piernas perfectas, Su pelo era rubio y largo, tan largo que le llegaba al final de la espalda, sus ojos eran grandes y verdes, su nariz era pequeña y sus labios finos.

Nos conocimos en un famoso restaurante de la capital, yo estaba cenando con unos compañeros que también habían asistido a las conferencias y ella estaba cenando con unas amigas.

Estuvimos cruzando miradas gran parte de la noche.

Salí a tomar un poco de aire a la puerta del famoso restaurante, estaba apoyado en una farola observando la Torre Eiffel, cuando de repente vi a aquella preciosa joven acercarse lenta y tímidamente hacia mí.
-Hola. Dijo la joven.
-Hola. Contesté con una gran sonrisa dibujada en mi cara.
-Qué buena noche hace hoy ¿verdad? Preguntó.
-Sí, es perfecta. Respondí yo.

Poco a poco me vi sumergido en una larga y preciosa conversación. Estuvimos hablando durante horas, quedamos para vernos antes de que volviese a España.

En esas “Citas” nos intercambiamos los números de teléfono, y quedamos en llamarnos a menudo.

Parecía que habíamos congeniado bien. 

El domingo volví a España, pero el sábado por la noche volvimos a quedar por última vez en París. En esa cita volvimos al mismo sitio donde nos conocimos, yo apoyado por segunda vez en aquella farola, y ella enfrente de mí, volviendo a intercambiar palabras hora tras hora, llegó el momento de despedirnos. Ella con cara de tristeza me miró y dijo: -Te voy a decir un secreto; yo, mirándola fijamente a los ojos, asentí con la cabeza, dándole a entender que se lo dijera sin miedo. Ella con los coloretes enrojecidos dijo: Te quiero. Yo, Atónito, aunque no por mucho tiempo respondí: yo también te quiero. Y sin más pausas nos sumergimos en un apasionado beso.

Prometimos llamarnos todos los días, y le ofrecí que se fuera a España que yo vivía solo en mi gran casa y había espacio para los dos. Ella dijo que se lo pensaría pero que seguro que iría a España de vacaciones y si le gustaba se quedaría ya que ella también estaba sola en Francia.

Ya en España, Hablé meses y meses con ella hasta llegar el verano que le invité a pasar sus vacaciones conmigo en mi casa, ella no se lo pensó dos veces y dijo que sí.

Pasó todo el verano en España, hasta que llego el día de su vuelta a Francia, yo le volví a ofrecer que se quedara en mi casa. Ella no sabía qué hacer me dijo que se lo había pasado muy bien durante el verano, estuvo unos minutos pensando y al final dijo, vale, me quedo.

Y hasta hoy después de casarnos dos años después de aquel momento y de tener tres hijos conmigo, solo ha vuelto a Francia de vacaciones.

1 comentario:

Departamento de Lengua dijo...

Bien. Errores de puntuación, después de coma o punto y coma no va mayúsculas. Me llama la atención lo de "coloretes enrojecidos", no será mejillas?